¿Cuáles son los pueblos más lindos de Francia?

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En el sur de Francia se encuentran pueblos, aldeas y pequeñas urbes con una valiosa herencia arquitectónica.


Ubicados en las costas del Mediterráneo, junto al Atlántico o en las montañas de los Pirineos, estos pueblitos impresionan con su historia medieval y sus costumbres montañesas o pesqueras. Se recomienda dedicar un día a cada una para apreciar sus iglesias románicas, murallas, torres y plazas rodeadas de casas con estructuras de madera, y luego explorar los alrededores con vistas a montañas emblemáticas o al intenso azul del mar.

Collioure

La Costa del Coral Rojo es una extensión al norte del Cap de Creus, caracterizada por antiguos pueblos pesqueros y laderas cubiertas de viñedos con vistas al mar. Cervera, Port-Vendres, Banyuls de la Marenda y Colliure ofrecen un encanto único. En el Museo de Arte Moderno de Collioure se exhiben obras de artistas como Picasso o Matisse. Desde La Gloriette, en el parque Pams detrás del museo, se disfruta de una magnífica vista panorámica del pueblo, con el puerto y la iglesia de Notre-Dame-des-Anges, que emerge del mar como un faro escénico.

Collioure
Collioure

Mirepoix

Mirepoix, en la Ruta Cátara, está ubicado en el área entre Foix, Carcasona y Toulouse. Es una ciudad con calles estrechas, en general las casas son con fachadas de madera, y hay un canal cercano. Destacan la Casa de los Cónsules y la Catedral de Sainte-Maurice entre los edificios medievales más importantes.

Céret

El conocido pueblo de las cerezas, cercano a la frontera gerundense y a los pasos de montaña por donde transitaban exiliados republicanos, es una villa luminosa con una plaza sombreada y calles empedradas que albergan un bullicioso mercado. Además, sorprende con un Museo de Arte Contemporáneo, establecido en 1950 y exhibiendo obras de Chagall y Picasso, entre otros artistas famosos.

Caminando por las adoquinadas calles se llega al Puente del Diablo (construido entre 1321 y 1341) sobre el río Tec, la iglesia románica de Saint-Pierre (del siglo IX) y las antiguas Puertas de España y Francia.

Puente del diablo, Céret
Puente del diablo, Céret

Rennes-Le-Château

Rennes-le-Château, encierra un enigma que lo convierte en parada obligatoria. Con una historia que se remonta a más de 3.000 años, esta área ha sido testigo de conflictos, incluida la persecución cátara y devastaciones. En 1885, Berenger Saunière, un párroco local, cambió el destino del pueblo al descubrir manuscritos ocultos bajo una columna de la iglesia que reconstruía. Este hallazgo lo llevó a una vida de lujos y relaciones con la alta sociedad, mientras se especula que podría haber encontrado evidencia sobre la conexión entre María Magdalena y Jesucristo. Una visita al pueblo incluye la iglesia y los edificios y jardines construidos por el abad.

Villefranche-De-Conflent

En las proximidades del Parque Natural de los Pirineos Catalanes, Villefranche-de-Conflent es una de las ciudades emblemáticas de la región norte de Cataluña, gracias a su cercanía al monte Canigó y al monasterio románico de Sant Miquel de Cuixà. Las murallas del siglo XI, ordenadas por el conde de la Cerdanya, se ampliaron en el siglo XVII bajo los diseños de Vauban, un arquitecto militar que fortaleció las fronteras francesas con complejos defensivos, ahora Patrimonio Mundial. El Fort Libéria ofrece una vista impresionante del valle del río Têt, accesible a través de un túnel de 1853 con 800 escalones.

Ainhoa

Al norte de Zugarramurdi, conocido como el pueblo brujo de Navarra, el País Vasco francés exhibe una rica combinación de campos, bosques y pueblos encantadores como Ainhoa. Este último es una bastide, una forma de asentamientos comunes en Aquitania y Occitania entre los siglos X y XIII, caracterizados por murallas y una disposición ordenada, con casas de tamaño uniforme y callejones estrechos donde se acumulaba el agua. Lo más distintivo de Ainhoa son sus edificios de paredes blancas con entramado de madera pintado de rojo y la iglesia de Notre-Dame de l’Assomption.

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