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Autor invitado: @gustavodonofrio
Si alguna vez visitan Las Vegas, la ciudad de los casinos, los espectáculos y el lujo, quizás se sorprendan al ver un pequeño avión colgado del techo del aeropuerto internacional McCarran. Se trata del Cessna 172 conocido como «Hacienda», el protagonista de una de las hazañas más asombrosas de la historia de la aviación. En 1958, este avión voló durante 64 días, 22 horas, 19 minutos y 5 segundos sin aterrizar, estableciendo un récord mundial de vuelo de resistencia que aún no ha sido superado.
Ver vuelos a Las Vegas¿Cómo fue posible esta increíble aventura?
Todo comenzó con una idea de Bob Timm, un mecánico que trabajaba en las máquinas tragamonedas del hotel casino La Hacienda, un modesto establecimiento que buscaba atraer clientes en medio de la competencia de los grandes hoteles de la ciudad. Timm, que había sido piloto de bombardero en la Segunda Guerra Mundial, propuso al dueño del casino realizar un vuelo de resistencia que generara publicidad positiva para el negocio. El dueño aceptó, pero con la condición de que el vuelo fuera oficialmente para recaudar fondos para una fundación contra el cáncer, aunque el avión llevaría el nombre «La Hacienda» en su fuselaje.
Timm eligió un Cessna 172 del año 1956, un avión sencillo y robusto que se usaba para entrenamiento de vuelo. El avión fue modificado para poder volar durante tanto tiempo sin parar. Se le cambió el motor por uno nuevo, se le quitó el interior excepto el asiento del piloto, se le instaló una plataforma retráctil para facilitar el reabastecimiento y el mantenimiento en vuelo, y se le agregó un sistema especial de combustible que permitía llenar el tanque desde un camión en movimiento.
El vuelo comenzó el 4 de diciembre de 1958, con Timm y John Cook, otro piloto experimentado, al mando del Cessna 172. Los dos hombres se turnaban para pilotar y descansar en el reducido espacio del avión. Cada ocho horas aproximadamente, se acercaban a un camión que circulaba por una carretera cerca de la ciudad de Blythe, en California. El camión llevaba un poste con una manguera que se enganchaba al avión y le transfería combustible. También les proveía comida, agua y otros suministros. El camión estaba conducido por personal del casino o por voluntarios que se ofrecían a colaborar con la causa.
Durante los dos meses que duró el vuelo, Timm y Cook tuvieron que enfrentar varios desafíos y peligros. Uno de ellos fue el clima, que les obligó a cambiar varias veces su ruta y su altitud para evitar tormentas o vientos fuertes. Otro fue el desgaste del motor y las piezas del avión, que requerían un constante cuidado y reparación. En una ocasión, tuvieron que cambiar el filtro de aceite en pleno vuelo, usando una cuerda para bajar al capó del motor. En otra, sufrieron una falla eléctrica que les dejó sin luces ni radio durante varias horas.
Pero quizás lo más difícil fue soportar el aburrimiento, el cansancio y la incomodidad de estar tanto tiempo confinados en un espacio tan pequeño. Los pilotos solo podían comunicarse con el exterior por radio o por señales luminosas. No tenían baño ni ducha, solo un lavabo improvisado. Dormían sobre un colchón fino y se afeitaban con una navaja eléctrica conectada al encendedor del avión. Para entretenerse, escuchaban música, leían revistas o jugaban a las cartas.
A pesar de todo, Timm y Cook lograron mantener su ánimo y su determinación. Su hazaña fue seguida con interés por los medios de comunicación y por miles de personas que les enviaban mensajes de apoyo y admiración. También recibieron la visita de otros pilotos que volaban junto a ellos para saludarlos o hacerles compañía.
El vuelo terminó el 7 de febrero de 1959, cuando el motor del Cessna 172 empezó a fallar y los pilotos decidieron aterrizar en el aeropuerto de Las Vegas. Fueron recibidos con aplausos y ovaciones por una multitud de espectadores y periodistas. Habían batido el récord anterior por casi dos semanas y habían recaudado más de 100 mil dólares para la fundación contra el cáncer. También habían entrado en la historia de la aviación como los pilotos que más tiempo habían volado sin parar.
Hoy, los viajeros del mundo que lleguen al aeropuerto de Las Vegas pueden levantar la vista y observar el Cessna 172 récord, que fue pintado con la pintura original con la leyenda «La Hacienda» y que pende del techo de la terminal, como signo de la historia de los intrépidos pilotos que decidieron aguantar todo lo posible en el aire… hasta que el avión dijo basta.
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