¿Por qué viajar a Nueva York cautiva tanto?

Autor invitado: Gonzalo Vignoni

Viajar a Nueva York es viajar al escenario de tantas películas y series que hemos visto. La Gran Manzana ha ido penetrando nuestra psiquis sin que nos demos cuenta, en gran parte gracias a la globalización.

La ciudad más grande de Estados Unidos ya no es la más grande del mundo, pero sigue siendo la más influyente, y conocerla es el sueño de muchos por distintos motivos. ¿Pero qué es lo que verdaderamente la hace diferente al resto?

Tengo que admitir que viajar a Nueva York nunca estuvo en mis planes para el año pasado, pero una tarifa error a Toronto me llevó a Norteamérica en pleno invierno y no pude evitar tomar un desvío en mi ruta por el este canadiense para cruzar la frontera y conocer la mítica “ciudad que nunca duerme”. Mucho me habían hablado de Nueva York otros viajeros, casi siempre apasionados y enamorados perdidamente de la ciudad, pero no podía evitar sentir que exageraban… ¡qué equivocado que estaba!

Nueva York cautiva desde el momento en que se la ve en el horizonte. Su silueta inconfundible se iba haciendo cada vez más grande conforme el bus recorría las autopistas de Nueva Jersey camino al túnel del Río Hudson. Una vez en Manhattan, al otro lado del río, todo se empezaba a sentir familiar, como en una película, y al dejar la terminal de buses empezaba a sentirme el protagonista. Los taxis amarillos por doquier, las amplias avenidas con toda clase de gente yendo y viniendo, e imponentes rascacielos causan que la primera impresión de Nueva York sea exactamente lo que uno espera de la ciudad: una imponente metrópolis.

Pero no voy a hablarles de qué hacer en Nueva York, dónde ir, o qué ver. Lo que me cautivó de Nueva York fue más allá de las atracciones turísticas, que se percibieron familiares incluso siendo mi primera visita a Nueva York: Times Square, el Empire State Building, la Estación Gran Central, la Estatua de la Libertad, la Biblioteca Pública, la Bethesda Terrace en Central Park, e incluso Wall Street y los barrios de Lower Manhattan con sus edificios de ladrillo con las icónicas escaleras exteriores, casi que producen una sensación déjà vu. Estos icónicos rincones de la ciudad son asombrosos por muchos motivos, pero solo son la punta del iceberg en cuanto a las razones por qué Nueva York cautiva tanto.

Lo maravilloso está en los detalles. Para empezar, Nueva York es uno de los pocos lugares del mundo donde podemos encontrar rascacielos antiguos. Al caminar por Lower Manhattan es obligación mirar hacia arriba. El estilo de las torres, su marcado diseño “escalonado” (consecuencia de una antigua normativa pensada para que la altura de las construcciones no quitaran tanta luz natural de las calles), las esculturas que adornan sus esquinas, y las luces que iluminan sus techos captan la atención de cualquiera… incluso de los que poco y nada entendemos de arquitectura.

Luego están las plazas y espacios públicos. Central Park es conocido por todos y es una de las primeras locaciones que nos viene a la mente al pensar en qué ver en Nueva York. Sin embargo, la ciudad está llena de plazas y espacios verdes: ¡más de 1700! Su atractivo va más allá del parque en sí; lo que cautiva es lo que sucede en ellos, la vida urbana misma. En algunos hay mercados callejeros, en otros música en vivo, en otros food trucks de todo tipo, y así podríamos hablar horas de los parques neoyorkinos. Desde ver familias patinando sobre hielo en Bryant Park y con música de Frank Sinatra de fondo (la postal más neoyorkina posible), universitarios descansando en Washington Square Park mientras una banda toca en vivo, y niños jugando en Brooklyn Bridge Park con el famoso puente haciendo de telón, cada parque tiene personalidad propia. La música es una parte importante de la escena urbana, y es otra razón por la cual no se puede recordar un viaje a Nueva York sin empezar a tararear, al menos, “New York, New York”.

Las luces de la ciudad son atrapantes. Ya sea en los parques, plazas, avenidas, o en los edificios de Manhattan, todo pareciera brillar más en Nueva York. En Times Square, la intensidad es tal que la famosa esquina de Broadway y la 7ma avenida se puede vislumbrar a la distancia desde cualquier punto alto de la ciudad. ¡Y ni hablar de las vistas de Nueva York desde el otro lado del East River!

La comida es otra de las estrellas en la ciudad. No es de extrañar que en una metrópolis donde más de un tercio de la población nació en otro país haya una enorme diversidad gastronómica. En la misma calle pueden encontrarse tiendas de comida de todos los continentes, y la mayoría son atendidas por inmigrantes. Desde un pretzel o un hot dog comprados en un puesto callejero, pasando por locales de comida rápida de todas partes del mundo, hasta los lujosos restaurantes de Manhattan, en Nueva York hay comida para todos los gustos, apetitos, y bolsillos.

Por último, y para no extenderme más (la realidad es que podríamos hablar durante horas sobre por qué Nueva York cautiva tanto), tengo que mencionar el metro de Nueva York. Sí, es cierto que a veces puede ser un poco sucio, un poco impuntual, o un poco sobrecargado de gente, pero no deja de ser una maravilla. La red subterránea alcanza casi todos los rincones de la ciudad y alrededores. La primera impresión es un poco aterradora porque hay mil combinaciones posibles, trenes que no se detienen en ciertas estaciones, y cada línea funciona con sus propios horarios, pero luego de realizar tu primer viaje en el metro de Nueva York todo te parecerá una maravilla. Lo mejor no está en los trenes ni las estaciones (aunque algunas son impresionantes) sino en lo que pasa en el metro. Desde espectáculos callejeros hasta gente común yendo al trabajo cantando y bailando en medio del vagón… y la mejor parte es que a nadie le importa. Nadie parece juzgar, ni mirar mal, ni sentirse incómodo. Esa fue la mejor impresión que me llevé de Nueva York: una ciudad donde cada uno es quien es, y a nadie le parece mal que así sea. Claro que esto no se da solamente bajo tierra, pero es ahí donde más visible es.

La ciudad siempre estuvo a la vanguardia del progreso social: desde los disturbios de Stonewall y el movimiento por los derechos civiles hasta el día de hoy, fue, es, y seguirá siendo el escenario de muchos cambios que luego se replican en el mundo. Aunque es acertado decir que Nueva York no es una utopía social, no se puede negar que los neoyorquinos viven un poco más sueltos y, me atrevo a decir, un poco más libres. No dejen pasar la oportunidad de viajar a Nueva York.